La primera aplicación, por supuesto, era a los Judíos que habían sido
deportados a Babilonia. Ellos fueron tentados a asimilar, a mezclarse con
la cultura pagana alrededor de ellos, y cesar de ser el pueblo de Dios. Los
relatos de Daniel en la cueva del león, y los tres Hebreos en el horno
ardiente, se dieron primero para enseñarle a los Judíos en la cautividad
Babilónica que no debían abandonar su herencia y su religión.
Pero esta historia también se les aplica a los Cristianos. Estamos
viviendo en un tiempo de apostasía creciente en nuestras iglesias
evangélicas. He observado, en mi propia vida, cómo nuestras iglesias
abandonaron su reunión de oración a mediados de la semana, y cerraron
sus servicios en la noche. He visto la predicación evangelística, de hecho
toda clase de verdadera predicación, desaparecer de casi todas nuestras
iglesias. Los hombres dan pequeños estudios Bíblicos suaves, en vez de
predicar sermones, hasta en nuestras iglesias fundamentales. Yo he visto
como las iglesias desechan los himnarios, y los grandes himnos de nuestra
fe. Las he visto introducir coros huecos que no alimentan el alma. He visto
a los pastores desechar sus corbatas, usar camisas deportivas en el púlpito,
y le han pedido a la gente que los llamen por su primer nombre. El poder y
la dignidad del pulpito se han vuelto una cosa del pasado. He visto que
dejan a sus jóvenes entrar en la iglesia, los muchachos en camisetas, y las
chicas en minifaldas. ¡Los jóvenes en nuestras iglesias ahora se ven más
como proxenetas y prostitutas, y drogadictos, que Bautistas
fundamentales! Estamos siendo asimilados. Estamos siendo tragados por el
mundo. ¡Nos estamos volviendo tanto como el mundo que ya no puedes
ver la diferencia entre un evangélico y un pagano! ¡Sí, está tan mal! Los
tres Hebreos en el libro de Daniel nos dicen: “No seremos asimilados.
Trabajaremos con el mundo, iremos a la escuela con el mundo, y seremos
amables con el mundo. ¡Pero solo hasta allí – y no más allá – no importa lo
que cueste!”
“He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos… Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos
a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que
has levantado” (Daniel 3:17, 18).
Nos pararemos y defenderemos la Biblia cuando sea atacada.
Responderemos a los maestros de universidad que tratan de empujar la
evolución y el ateísmo en nuestra garganta. No iremos al desfile de Las
Rosas, ni lo veremos siquiera por cinco minutos si ponen propaganda anti
Cristiana en una de sus carrosas. ¡Nunca volveremos a ver el Desfile de las
Rosas mientras presenten carrosas que ataquen y rechacen la base Bíblica
de nuestra fe! ¡Y si eso nos trae problemas – que así sea!
“¡Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus
dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has
levantado!” (Daniel 3:18).